Domingo de Pascua | Oh muerte, ¿dónde está tu victoria?

 POR MONSEÑOR MARK J. SEITZ | 21 de abril de 2019
Domingo de Pascua
Lecturas diarias
Reflection in English

DESTROZADOS, APLASTADOS, ROTOS… Todas nuestras suposiciones, nuestros prejuicios, nuestras confusiones y desesperanzas, todos nuestros pecados dispersos por el suelo.   Esparcidos como si una ametralladora hubiese explotado afuera de una tumba vacía.

Justo cuando creíamos que la vida se había terminado y que la maldad del mundo había consumido a su Creador… Justo cuando parecía que la dureza del corazón humano se imponía sobre la misericordia, la compasión y el perdón… En medio de la noche oscura del dolor, el Amor surgió y conquistó. La debilidad humana es sanada desde dentro.

Aquí, en la frontera entre Texas y Méjico, en un lugar llamado “El Paso”, día a día somos testigos locales del conflicto entre el amor y el odio, entre la solidaridad y la división, entre el acompañamiento y la soledad, entre la vida y la muerte.

Mural del Sagrado Corazón en El Paso, Texas

Familias desplazadas huyen hacia nuestra frontera, escapando del caos producido por el perverso nexo entre pandillas de narcotraficantes y gobiernos corruptos. Así se embarcan en un viaje repleto de amenazas que les acompañan por todo Méjico.  También se convierten en víctimas de abusos por parte de aquellos responsables de la seguridad de la frontera en los Estados Unidos. Uno podría claramente asumir que ellos, quienes son tratados como los desechos del mundo, llegan a nuestros hogares de acogida totalmente desolados y desesperanzados.

Pero no es el caso. Bajan de los buses del Departamento de Seguridad Interior (“Homeland Security”) con cautela, pero sin dejar de tener esperanza. Nosotros, los voluntarios, los ayudamos, pero su Fe es la que nos alienta. Nos piden que oremos y nos enseñan a hacerlo con confianza. Es esa confianza la que les permite continuar su largo camino.

Sí… pareciera que la depravación humana (la nuestra y la de los demás) es la que nos destroza. Pero al final, unidos a nuestros pobres hermanos y hermanas migrantes, damos testimonio: Cristo ha Resucitado, el pecado y la muerte han sido destruidos ¡Aleluya!

[Traducción facilitada y proporcionada por Carlos Aedo (director of Hispanic ministries, Office of Ignatian Spirituality, Maryland and USA Northeast Provinces of the Society of Jesus) y Zandra Schiemann.] 

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