I Domingo de Cuaresma: Dándole Tus Cargas Al Señor

POR MONIQUE TRUSCLAIR MADDOX | 18 de febrero de 2024
Lecturas de Hoy
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Al salir de la misa del Domingo de Ramos en abril de 2016, apareció una notificación en mi teléfono con un titular periodístico. El artículo del New York Times, escrito por Rachel L. Swarns, se titulaba “Vendieron 272 esclavos para salvar Georgetown. ¿Qué les debe a sus descendientes?” Abriendo el artículo, leí el resumen: “En 1838, los sacerdotes jesuitas que dirigían la principal universidad católica del país necesitaban dinero para mantenerla viva. Ahora viene la tarea de compensar”. Me sentí inundado de rechazo, como las inundaciones de las que escuchamos en la primera lectura del Génesis de hoy. El camino de entender esta noticia más profundamente me ha formado en los últimos años mientras sigo confrontando la historia de nuestra iglesia .

¡Estos humanos que fueron vendidos eran mis ancestros! Cuando reflexioné sobre lo que haría con este descubrimiento, pensé en mi educación católica. Pensé en la famosa oración de San Francisco de Asís que mis padres colgaron en un lugar destacado de la pared para que todos la vieran cuando entraban a nuestra casa. Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Si fuera a creer que Dios ve el dolor de quien sufre, sabía que mi descubrimiento no fue en vano.

En la segunda lectura de hoy, Pedro nos exhorta que el sufrimiento de Cristo tenía como objetivo acercarnos más a Dios. ¿El sufrimiento que estaba viviendo podría haber sido una invitación? Si creía que el sacramento del bautismo lavaba los pecados de los que se presentaban a Dios, también debería confiar en mi bautismo para no quedarme atrapada y atada con la vergüenza de la historia de mi iglesia. Así supe que mi llamado era a ayudar a la Iglesia a reconciliarse con sus propios daños históricos.

Dios le dijo a Noé y a sus hijos que les mostraría señales del pacto entre Él y todos los seres vivientes. Cuando los individuos y los grupos experimentan abuso sistémico, los pactos se rompen. Oro para que cada uno de nosotros podamos acercarnos a aquellos que han sido perjudicados por nuestra Iglesia, para que nuestros esfuerzos colectivos por la reconciliación restablezcan nuestro pacto con Dios y con nuestras comunidades. Que seamos el arcoiris sobre la tierra que representa este pacto renovado.

Preguntas para la reflexión:

¿Qué me impide construir un puente para aquellos que han sido perjudicados por nuestra Iglesia?

¿Quiénes son dos personas son lo suficientemente valientes para caminar conmigo a través del camino de la reconciliación?

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