Domingo de Pascua: La Luz Que Vence Las Tinieblas

POR MAUREEN O”CONNELL, PH.D | 31 de marzo de 2024
Lecturas de hoy
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Hace dos años, tuve una experiencia resurreccion-ística como María Magdalena cuando mi esposo y yo visitamos Irlanda. Decidimos explorar las tumbas del pasaje Carrowkeel en el condado Sligo, una serie de lomas pedregosas construidos antes de los pirámides de egipcio. Cada tumba tenía una sola entrada con un pasillo hacia una cámara chiquita en el centro. No eran fáciles de encontrar. Navegamos un camino sin asfalto y después una caminata cuesta arriba de dos millas donde el viento y la cantidad de ovejas superaron los letreros y los otros humanos.

Foto del pasaje Carrowkeel en Sligo, Irlanda. Cortesía de la autora.

Cuando por fin nos enfrentamos con una de estas maravillas, me chocó el hecho de que la entrada no estaba sellada. No había piedra. De prepósito. Cada estructura estaba posicionada para que, en aquella mañana del solsticio del invierno (la mañana más oscura del año), rayos del sol naciente pudieran cruzar la entrada, bajar el pasillo, e iluminar la cámara funeraria. 

Al contemplar esa entrada sin piedras, me encontré con ganas de gritar, al viento y a las ovejas, algo que comprendí en lo más profundo de mi espíritu: ¡La luz vence! ¡La vida vence!

Como nuestros ancestros, que construyeron estas tumbas con una esperanza resilente de que la luz iba a atravesar los rincones más oscuros en los días más oscuros, Maria Magdalena se orientó hacia la luz. De los seguidores de Jesús, ella es la que recuerda la promesa de Jesús sobre el tercer día. Ella se arriesga a trepar a la tumba para testificar a esta promesa. Ella encuentra la entrada expuesta y se llena con una energía que le torna a levadura, la cual San Pablo invoca en su carta a los corintios, para los escondidos de la comunidad de discípulos. Su fe inquebrantable en la “luz que vence las tinieblas” atrajo a otros a esta misma luz. 

En esta mañana de la resurrección, también nos encontramos en tiempos siniestros. Sin embargo, si nos orientamos hacia la luz, hacia Jesús el Cristo crucificado y resucitado, nos unimos a Maria Magdalena para participar en la promesa de Dios de refrescar la faz de la tierra. Aleluya!

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